autoexigencia

Autoexigencia

Autoexigencia, Julieta Domenicone

Psicóloga en Granada y Psicóloga Online


La auto exigencia ¿constructiva o destructiva?

“Eres demasiado autoexigente” ¿Te han dicho alguna vez esta frase en tu entorno laboral o social? Si es así, quizás este post te interese ya que la autoexigencia no es siempre algo constructivo, que nos ayuda a mejorar. En ocasiones la autoexigencia puede convertirse en un problema, en una cualidad destructiva que frena nuestro desarrollo.

En la situación actual que estamos viviendo, marcada por la incertidumbre, las restricciones de movilidad, la limitación de la esfera lúdica y de las relaciones personales, el teletrabajo continuo… muchos de nosotros y nosotras nos hemos vuelto “demasiado autoexigentes”.  Tendemos a exigirnos objetivos muy por encima de lo que realmente el escenario nos permite conseguir. La pérdida de concentración, la disminución del rendimiento, el estrés o la fatiga emocional nos impiden llegar a los objetivos que nos marcábamos antes de la pandemia, por lo que, si no adecuamos los objetivos a la nueva normalidad, podemos estar entrando en una autoexigencia destructiva que se convierte en una fuente añadida de ansiedad, estrés y angustia.

Vamos a empezar conociendo un poquito mejor de qué hablamos cuando nos referimos a la autoexigencia, para más adelante trabajar algunas claves que nos ayuden gestionarla.

¿Qué es la autoexigencia?

La autoexigencia es una característica de nuestra personalidad, o una actitud ante la vida, que se relaciona con lo que nos pedimos (exigimos) a nosotros mismos. Se trata por tanto de una cualidad que nos ayuda a evolucionar, a mejorar en la vida y que está estrechamente relacionada con el nivel de responsabilidad y compromiso. La personas autoexigentes y autocríticas son capaces de identificar sus errores, resolverlos y establecer objetivos realistas para seguir avanzando, además de cumplir con sus obligaciones laborales, sociales, familiares… de una forma equilibrada. Este tipo de autoexigencia sería la constructiva, también denominada adaptativa.

Aunque, como hemos dicho, se trata de una característica de la personalidad, a veces puede desencadenarse en la niñez o vida adulta tras una experiencia traumática o que les hace sentir que tiene que demostrar “lo que vale”.

¿Cuándo decimos que una persona es demasiado autoexigente?

Cuando decimos que alguien es “demasiado exigente consigo mismo (autoexigente)”, estamos definiendo a una persona que lleva esta autoexigencia al extremo, convirtiéndolo en una obsesión.  Estas personas se presionan demasiado sobrepasando incluso lo que la sociedad, el entorno laboral, familiar, etc. esperan de ella. Quiere conseguir lo mejor, por lo que se establece metas muy altas, alcanzar la perfección, lo que requiere un alto sacrificio y esfuerzo. Hablamos entonces de una autoexigencia destructiva, que puede convertirse en una fuente de estrés, ansiedad, y angustia, y que lejos de ayudarnos a seguir avanzando, puede convertirse en un lastre.

¿Cuáles son las características de la autoexigencia destructiva?

Las personas demasiado autoexigentes, por lo general:

  • Necesitan reforzar su autoestima.
  • Se crean expectativas muy altas y a veces inalcanzables.
  • Tienen muy baja tolerancia al fracaso, a equivocarse y a la frustración.
  • Suelen ver las cosas en blanco y negro, sin matices.
  • Sensación de insatisfacción constante, ya que siempre se puede mejorar.
  • Tienen dificultades para poner límites, y no conocen sus limitaciones.
  • Tienen a ser muy exigentes con los demás.

La autoexigencia mal gestionada o llevada al extremo puede generar un conflicto interno con importantes consecuencias en nuestro bienestar emocional y físico.

¿Qué consecuencias puede tener la autoexigencia destructiva?

Las personas que llevan su exigencia al extremo pueden generar estrés, ansiedad, angustia o incluso depresión. A nivel físico pueden sufrir agotamiento o cansancio extremo, pérdidas de memoria… y favorece el diagnóstico de algunas patologías crónicas como las cardiovasculares.

La autoexigencia extrema puede afectar también a nuestras relaciones personales porque, como hemos comentado anteriormente, las personas muy autoexigentes lo suelen ser también con los demás, lo que favorece el conflicto con los demás.

Claves para tener una autoexigencia constructiva, que nos ayude a mejorar.

La autoexigencia bien equilibrada, es una clave del éxito, ya que nos ayuda superarnos, a mejorar cada día, sin generar ansiedad y estrés. Existen algunas claves que nos pueden ayudar a trabajarla:

  1. Cuida tu diálogo interno.

Tenemos que tener una buena comunicación con nosotros mismos, desde el respeto y el cariño. No te hables como un tirano, sino como un buen líder.

  1. Autoconocimiento.

Cuando mejor nos conozcamos a nosotros mismos, más objetivos seremos sobre nuestras limitaciones y debilidades, así como sobre nuestras capacidades y fortalezas. A veces las limitaciones no son propias, sino que vienen impuestas por nuestro entorno, como la situación actual que estamos viviendo. Esto nos ayudará a plantearnos objetivos realistas.

  1. Planificación

La planificación es clave para avanzar paso a paso en cualquier proyecto. Recuerda que una buena planificación requiere de organización y racionalidad en nuestras acciones.

  1. Aprende a poner límites

Aprender a decir No, a poner límites tanto a mí mismo como a los demás, nos ayudará también a darnos cuenta que no siempre hay que complacer a todo el mundo.

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  1. Disfruta del proceso.

No se trata de disfrutar sólo de la meta, sino del camino recorrido, de todo el proceso y las diferentes fases que he tenido que ir desarrollando. Esto también requiere valorar estas fases previas, y no sólo los resultados objetivos.

  1. Inspírate en los demás

No se trata de compararnos con los demás, sino de buscar ejemplos y personas que nos inspiren y motiven para lograr nuestros objetivos.

  1. Aprende a gestionar la culpa

El sentimiento de culpa suele aparecer cuando nos planteamos mejas u objetivos difíciles de cumplir. No se trata de que hayas fallado, sino de que tus expectativas no estaban adaptadas a la realidad, o tus objetivos no eran realistas.

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